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EL CORAZÓN DEL EVANGELISMO
por Christopher Smith
( 2007. El autor da permiso para compartir este documento con otros sólo si se hace
gratuitamente. Además sólo se puede compartir en su condición y formato actual. Por favor,
no añada ni quite nada de su contenido.)

Introducción
Entre los años 2001 a 2006 trabajé con universitarios españoles, y mi perspectiva acerca del
evangelismo cambió. La cultura española me retó a examinar más de cerca la forma en que
presentaba el evangelio y la efectividad de esa presentación. No creo que estuviera totalmente
equivocado en cómo venía presentando el evangelio en el pasado, pero he caído en la
importancia de mirar hacia el resultado final: que la persona no creyente se convierta en un
discípulo genuino de Cristo en doctrina y práctica. Parece que me hubieran enseñado que si
alguien repite la “oración del pecador” ya es un nuevo creyente. Aunque nadie me lo dijo
directamente, casi toda la preparación que he recibido en el área de evangelismo antes de llegar
a España me hizo concluir que el resultado final era llevar a alguien de forma personal a Cristo.
Dios me ha mostrado cómo el corazón del evangelismo es atraer a las personas al reino de Dios
a través de amistades genuinas donde la gracia de Dios es manifestada a través de nuestras
vidas.
Nuestros vecinos
Al poco tiempo de llegar a España conocimos a nuestros vecinos, Antonio y Concha, amigos
de una familia misionera que había vivido anteriormente en Badajoz. Mientras que en un
principio mostraban poco interés espiritual, estaban abiertos a nuestra amistad y nos ayudaron
a adaptarnos a la cultura española. Nosotros les invitábamos a cenar en nuestra casa y de vez
en cuando comíamos con ellos en su piso. Tras sufrir Antonio un accidente de coche y no
poder ejercer su trabajo, empezó a mostrar un interés cada vez mayor en las cosas espirituales.
Pronto empezamos a celebrar estudios bíblicos con la familia entera y luego con Antonio de
manera individual. Al cabo de dos meses, el matrimonio hizo una profesión de fe y desde
entonces está creciendo en la fe cristiana.
Más adelante, Antonio compartió conmigo cuál fue el proceso de su conversión a Cristo.
Escribía en su diario acerca de su deseo de ser mejor persona: “Estoy viviendo de forma
consciente mi obligación como hijo de Dios, y hoy te pido que me concedas Tu sabiduría para
que yo sea amable, bueno, sabio, justo y que en mi vida no haya ni un ápice de maldad. Te
pido que me hagas consciente de aquello que es malo en mi vida, fuerza para corregirlo y que
yo sea una bendición para todos aquellos con quienes entre en contacto, siempre cumpliendo
con la voluntad de Dios y no con la mía.”
Un año más tarde, Antonio se dio cuenta de que él solo no podía corregir aquellas cosas
“malas” de su vida, y pidió ayuda: “ha pasado un año y no he podido escribir todo lo que podía
acerca de los sueños tan reales que tuve el año pasado. Acabo de leer las cuatro páginas
escritas en el último año y la verdad es que no he podido controlar mi mal carácter. Le pido a
Dios que me envíe ayuda.” Al poco tiempo fue cuando nos trasladamos allí y nos hicimos
amigos. Dios ya había comenzado una obra en sus vidas y ellos clamaron a su Salvador en
momentos de necesidad. Cuando comíamos juntos, éramos capaces de compartir el amor de
Cristo, que Él podía cambiar sus vidas. La previsión del Señor fue perfecta, porque después
del accidente Antonio encontró tiempo para estudiar la Biblia; y todo esto sucedió poco
después de que él pidiera a Dios que lo ayudara.

Seamos nosotros evangelistas efectivos o no, si el Espíritu Santo no está obrando en la vida de
una persona, nunca llegará a hacer a comprometerse sinceramente a seguir a Cristo. Nuestro
papel como creyentes es el de estar abiertos a la voz del Espíritu Santo, que nos indica cómo
participar de lo que Dios ya está haciendo en la vida del no creyente. Dios ya está haciendo su
obra en la vida de una persona antes de que nosotros hagamos nuestro acto de presencia, y sólo
formamos parte de un plan divino de mayor envergadura.
El proceso del evangelismo
He podido comprobar a través de diversas experiencias cómo Dios ha guiado a personas a
tomar una decisión por Cristo y formar parte de ese proceso constituye el corazón del
evangelismo. Parece existir entre los creyentes una idea preconcebida acerca del proceso de
evangelización. El creyente comparte con el no creyente utilizando un método evangelístico
específico, y al final de la presentación se le guía en una oración para aceptar a Cristo. Este
modelo se utiliza a menudo cuando se conoce a una persona por primera vez en la calle, en el
autobús o el taxi o como parte de una actividad evangelística organizada. Conoces a alguien,
le presentas el evangelio y, luego, le guías a la hora de tomar una decisión por Cristo. Yo no
niego que esto pueda suceder ni digo que Dios no pueda obrar a través de esta clase de
presentación del evangelio. Pienso que Dios trae a personas a nuestras vidas en determinados
momentos y que Él ha preparado sus corazones de antemano para escuchar su mensaje de
salvación. En lugar de ser lo habitual esta manera de llegar a ser creyente, sin embargo, creo
por experiencia propia que sólo son excepciones a la regla.
Me doy cuenta de que el trasfondo cultural y espiritual tiene mucho que ver con estas
experiencias de encuentro único. Hay culturas en que este tipo de encuentros es más probable
y causa mayor impacto en la vida de una persona, pero generalmente he visto poco o ningún
efecto sobre el individuo en estas experiencias. Sé de grupos de voluntarios que han venido de
un viaje misionero por una o dos semanas que luego, al regresar a sus iglesias, han hablado de
las muchas confesiones de fe que se han hecho. Su cometido era guiar a una persona en una
oración para aceptar a Cristo. Luego he hablado con algunas de estas mismas personas que
presuntamente tomaban estas decisiones y no es que mostraran mucho interés espiritual. Una
persona que había hecho una confesión de fe me dijo que no hizo sino decirle al misionero, que
había estado en España una semana, lo que quería oír. La realidad del evangelismo es que es
confuso, complicado y desafiante. El hacer una profesión de fe tiene que ver con un cambio de
vida, que equivale a la eliminación del egoísmo, la codicia, la lujuria, el odio, etc., con el fin
de abrazar una vida de servicio a Dios. ¡Eso, sin duda, lleva su tiempo!
Sembrando
Transformar una vida conlleva mucha siembra espiritual sobre la cual habla Jesús en el
evangelio de Juan 4:37-38. “En esto es verdadero el dicho: ‘Uno es el que siembra y otro es el
que siega’. Yo os he enviado a segar lo que vosotros no labrasteis; otros labraron y vosotros
habéis entrado en sus labores.” (Todas las citas bíblicas están en la versión Reina-Valera 1995)
Muchas veces no enfatizamos la importancia de la siembra. En agricultura, es lo más
importante y lo más difícil del proceso global. Hay que preparar el terreno mediante el arado,
tarea dolorosa, plantando las semillas, regando el cultivo, y luego hay que esperar. Este último
paso es, a veces, el más difícil, a causa de la impaciencia con que esperamos a que nuestro
amigo acepte a Cristo. Ha escuchado el evangelio, ha visto el ejemplo de Cristo en nuestras
vidas, sabe lo que tiene que hacer, pero aún no toma esa decisión tan revolucionaria. Antes de
la cosecha hay que estar seguro de que los cultivos estén maduros y no apresurarse a salir a
coger aquella fruta que aún no ha madurado. Sólo podemos saber que los campos están
blancos para la cosecha si estamos en íntima comunión con el Padre.
En Juan 4:27-38, los discípulos no entendieron en absoluto lo que Dios estaba haciendo. La
mujer samaritana acababa de contarle al pueblo entero cómo había entregado su vida a Cristo,
y éste acudía a ver a Jesús para oír el mensaje de salvación. ¿Cómo respondieron los
discípulos? Le dijeron a Jesús que necesitaba comer algo, a lo que Jesús respondió diciendo,
en el versículo 34, “Mi comida es que haga la voluntad del que me envió y que acabe su obra.”
Mientras los discípulos se preocupaban de la comida, Jesús estaba en los campos recogiendo la
cosecha. Dice luego Jesús en el versículo 35: “¿No decís vosotros: ‘Aún faltan cuatro meses
para que llegue la siega’? Yo os digo: Alzad vuestros ojos y mirad los campos, porque ya están
blancos para la siega.” La frase “cuatro meses para que llegue la siega” era un proverbio que
significaba que no se puede adelantar la cosecha. Los discípulos perdieron la cosecha porque
no estaban en consonancia con lo que Dios estaba haciendo en su medio. Jesús les dijo que no
había tiempo que perder, que habían de entrar en los campos para recogerla.
Mientras que el tiempo de cosecha es el momento más emocionante del proceso de siembra, no
es la única necesidad. Dios también nos llama a arar, sembrar, regar, y esperar. ¿Qué supone
esto? Uno de los factores clave de sembrar semillas espirituales en las vidas de las personas
son las amistades auténticas. La pregunta es cómo llega el creyente a tener este tipo de
relaciones, cuando muchos cristianos se han rodeado casi exclusivamente de amigos también
cristianos; se trata de algo positivo en la medida que tenemos más en común con otros
creyentes y podemos hablar con ellos a un nivel espiritual más profundo, pero supone la
desventaja de terminar desconectados del mundo de no creyentes. En algunas culturas se ha
llegado al extremo de haber poco o ningún trato con los no creyentes.
Cultivando Amistades
El primer paso en forjar una amistad con un no creyente es encontrar maneras naturales de
relacionarse de una forma aceptada socialmente. Yo, por ejemplo, juego al baloncesto y asisto
a clases para aprender portugués durante mi estancia en España. A lo largo de las muchas
horas empleadas en estas dos actividades, he tenido numerosas oportunidades para compartir
cómo Dios obra en mi vida, con toda naturalidad. Yo definiría el acercarse a un extraño en un
parque y empezar a hablarle de Cristo como una forma no natural de compartir a Cristo en la
cultura española; tampoco lo es ir repartiendo folletos de puerta en puerta. Mientras que estos
métodos parecían ser más eficaces en la España de hace más de veinte años (y posiblemente lo
sean en otras partes del mundo hoy), en la sociedad postmoderna actual se nos hace necesario
involucrarnos en las vidas de las personas si queremos alcanzarlas. Una manera de conseguirlo
es buscar afinidades, intereses comunes con el no creyente. Podemos pensar en nuestros
talentos, intereses y aficiones; esos lazos nos permiten a llegar al no creyente de una manera
única e incluso crear una amistad.
Una vez que hemos dado el paso inicial de entablar una amistad, debemos desarrollar una
relación más profunda. La amistad supone experiencias compartidas, atravesar circunstancias
difíciles, reír juntos, dar generosamente y preocuparse del amigo de forma especial. Si somos
capaces de sostener esta clase de relación con una persona no creyente, entonces escuchará el
mensaje del evangelio a través de nuestras vidas y palabras. Si lo que respiramos es el amor de
Cristo, cualquiera que esté próximo a nosotros podrá ver ese amor en activo. Nosotros
sembramos semillas espirituales en las vidas de las personas a través de amistades estables que
manifiestan quiénes somos, con todos nuestros defectos. Es difícil mantener amistades a largo
plazo en un mundo cambiante y aún más difícil abrirnos totalmente a un no creyente. Cuando
alguien que no cree ve nuestras luchas y dificultades, la fortaleza de Cristo se hace visible en
nuestra debilidad. A veces, en nuestra condición de creyentes, conocemos a alguien,
compartimos el evangelio con él, y si no acepta a Cristo inmediatamente lo olvidamos como
amigo. Sólo nos interesa su amistad si terminan aceptando a Cristo en sus vidas; las amistades
genuinas, sin embargo, son duraderas.
Si bien es importante que no abandonemos la relación, sí debemos ser cuidadosos en la manera
en que administremos nuestro tiempo. Hay gente que busca respuestas respecto de su relación
con Dios. Dios siempre está obrando en las vidas de las personas; nosotros, por nuestra parte,
debemos dedicar nuestro tiempo y energía a aquellos que realmente tienen inquietudes
espirituales, que, creo por experiencia, están sujetas a cambios y pueden existir hoy y
desaparecer mañana. Debemos aprovechar los momentos en que verdaderamente están
mirando hacia Dios para obtener respuestas, y orar para que tomen la decisión que cambiará su
vida en un futuro próximo.
Amistades Genuinas
A menudo podemos parecer falsos a nuestros amigos no creyentes, que pueden llegar a vernos
como a gente que intenta imponer su agenda de continuo, insensible a ellos como personas.
Recordando esto, me vino a la mente un viaje que hicimos a Turquía, donde, como en otras
partes del mundo, los comerciantes son muy agresivos. Buscan puntos en común con el
comprador y crear una cierta complicidad de manera que se abra más y le compre. Una de las
preguntas más frecuentes hechas por los vendedores turcos a los posibles compradores es sobre
su lugar de origen, para luego decir “mi mujer también es de allí.”
Un hombre que intentaba venderme unas postales me preguntó de dónde era yo, casi en medio
de una frase. Él decía que tenía un primo que vivía en los Estados Unidos y luego siguió
tratando de venderme las postales. Mientras esperábamos a uno de nuestros amigos, se nos
acercó otro hombre y empezó a hablar con nosotros. Tenía un teléfono móvil con cámara de
video y grabó al bebé de nuestro amigo. Nos contaba todo sobre Estambul y nos ayudó a
descubrir el lugar al que queríamos ir y se ofreció a vigilar las sillitas mientras entrábamos en
uno de los lugares. Después de todo esto, dijo “cuando terminen de visitar los sitios, les llevaré
a mi tienda para ver unas alfombras que vendo.” Nosotros hacemos esto mismo en nuestras
relaciones con nuestros amigos no creyentes al tratarlos como a posibles clientes, en lugar de
hacer el esfuerzo de amarles como Cristo nos amaba, con una compasión genuina por las almas
perdidas. Encontrar un punto común de interés no es malo en sí, pero ha de ser sincero.
Ayudas Prácticas y Fundamentos Espirituales
Son varias las maneras en que podemos abrir nuestra puerta a los corazones de las personas de
manera que reciban el mensaje del evangelio. Una de las claves es no abrir la puerta tan rápido
que les rompas la nariz, que es esencialmente lo que hacemos cuando intentamos ir demasiado
deprisa en el viaje espiritual de nuestro amigo. Primero, tocamos el timbre y esperamos una
respuesta. ¿Qué harías tú si estuvieras descansando en el sofá de tu salón y un extraño se
metiera dentro de tu casa y se sentara a tu lado? Te quedarías helado y pensarías que está loco.
Me temo que eso es lo que hacemos muchas veces cuando, como creyentes, compartimos el
evangelio con nuestros amigos perdidos. ¡Nos introducimos sin previa invitación! Después de
tocar el timbre, has de esperar a que te inviten a entrar en su casa. En el proceso del
evangelismo, debemos esperar a que nos inviten a hablarles a sus corazones acerca de la
salvación de Dios. Sólo entonces escucharán realmente lo que tenemos que decir. Voy a
compartir algunas maneras que nos ayudarán a llevar a una persona con un corazón dolorido a
ser receptiva a un mensaje de esperanza.
Debemos saber qué creemos y estar preparados para ser retados continuamente, pero no debatir hasta el punto de que la relación se dañe. Por un lado queremos permanecer fieles a lo que creemos, y por otro no deseamos pasar todo el tiempo discutiendo. Es importante que seamos sensibles al Espíritu Santo para saber cuándo hablar y cuándo permanecer en silencio. A veces somos nuestro peor enemigo en tanto en cuanto estropeamos el mensaje del evangelio con nuestro deseo de ganar una discusión. La amistad con el no creyente es más importante que demostrar que nosotros tenemos la razón; sin embargo, hay un tiempo y lugar para un sano debate sobre un tema, que puede incluso conseguir que el no creyente altere su postura. Otra cosa a considerar cuando compartimos el evangelio a través de la amistad son nuestros dones y talentos. Dios nos ha dado dones espirituales y talentos que podemos usar también en la tarea de evangelización. Por ejemplo, si tengo el don de misericordia, puedo mostrar el amor de Cristo a las personas a través de actos de misericordia; si mi don es el de la enseñanza, puedo mostrar el poder y gracia de Dios a través de una enseñanza bíblica sólida. No sólo hemos de utilizar nuestros dones espirituales para edificar a Dios en el cuerpo de Cristo, sino también para atraer a otros a su reino. El uso de nuestros talentos, tales como la música, el deporte, los trabajos manuales, el arte, etc., no sólo puede ser una manera natural de entrar en las vidas de personas perdidas; también nos da credibilidad en el mundo de los no creyentes, que así ven que no pasamos el día entero encerrados en nuestro cuarto y ocupados en actividades espirituales, sino que somos personas normales que disfrutan plenamente de la vida. Otra cosa que podemos hacer en nuestra relación con nuestros amigos no creyentes es compartir lo que Dios está haciendo en nuestras vidas. Hay maneras de hacerlo con toda naturalidad sin acabar predicando un sermón que nuestros amigos no querrán necesariamente escuchar y que no comprenderán. Sin duda alguna, lo principal en esta relación de amistad debería ser la oración: orar específicamente para que Dios actúe milagrosamente en la vida de alguien lo acercará a tomar una decisión por Cristo. Es importante asimismo que nuestros amigos sepan que estamos orando por ellos y que les hagamos saber cuándo vemos contestada una petición relacionada con ellos. Si ven que aquello que achacaron al azar o la suerte se debió en realidad al poder de Dios, que los llamaba, estarán más cerca de hacer profesión de fe. He podido comprobar el poder de la oración en la tarea de la evangelización. Asistía una estudiante a nuestra reunión semanal y quedó impactada por el tiempo de oración. Veía cómo Dios contestaba las oraciones y cómo nos preocupábamos los unos por los otros de manera sincera. La oración tomó una apariencia pastoral cuando escuchó nuestras conversaciones con Dios. La oración tiene una importancia vital a la hora de quebrantar corazones endurecidos en medio de un mundo perdido. Debemos ser capaces de ver el mundo con ojos espirituales, buscar en él oportunidades para compartir y sacar provecho de “las citas divinas” que Dios pone en nuestro camino. Dios trae a personas a nuestras vidas en momentos determinados y nos da palabras de paz que ofrecer a sus corazones. Si no vamos con cuidado, podemos pasarlos por alto en la medida en que nos encerramos en nuestra rutina diaria. Otra manera de ayudar a una persona que tiene el deseo de abrir la puerta de su corazón dolorido y escuchar un mensaje de esperanza es lograr alcanzarles en un lugar donde no se sientan extraños. Tradicionalmente, los creyentes han invitado a sus amigos no creyentes a los cultos dominicales a escuchar el mensaje del evangelio. En lugar de intentar introducir a uno que no es evangélico en un ambiente totalmente extraño, debemos involucrarnos en sus vidas y conectar con ellos en lugares donde ellos se sienten cómodos: una comida, practicando algún deporte, teniendo una comida en el campo, practicando senderismo, etc. Muchas veces intentamos introducir a nuestros amigos no creyentes en nuestra comunidad cristiana en lugar de hacernos parte de su círculo de amigos y familia. Los círculos cristianos siempre han sido un lugar seguro y cómodo para nosotros, pero nuestros amigos no creyentes se sienten en ellos raros, incómodos y fuera de lugar. Tenemos que esforzarnos en crear una atmósfera en que nuestra amistad crezca y ellos puedan ver el mensaje del evangelio en nuestras vidas en lugares que para ellos sean de confianza. También tenemos que ser sabios en el uso del tiempo que pasamos con personas no creyentes. Si no tenemos cuidado, podemos llegar a la situación de tener amistades importantes tan sólo con no creyentes, de manera que terminemos aislándonos del cuerpo de Cristo. “Mantengamos firme, sin fluctuar, la profesión de nuestra esperanza, porque fiel es el que prometió. Y considerémonos unos a otros para estimularnos al amor y a las buenas obras, no dejando de congregarnos, como algunos tienen por costumbre, sino exhortándonos; y tanto más, cuanto veis que aquel día se acerca.” (Hebreos 10:23-25) Si nos disponemos a alcanzar a un mundo perdido, tenemos que mantener un contacto constante con no creyentes, que sin embargo nos puede conducir a conformarnos con aquello que nos rodea. Por tanto, los creyentes no pueden dejar de reunirse con asiduidad para adorar, orar, tener compañerismo y darse ánimos. Queremos, también, evitar el otro extremo de hallarnos cautivos en una subcultura cristiana y de mantener poco o ningún contacto con la gente no cristiana. A menudo, las actividades de la iglesia no nos dejan apenas tiempo para las amistades con los no creyentes. Encontramos un ejemplo de un equilibrio saludable entre estos dos mundos en dos pasajes bíblicos: “No améis al mundo ni las cosas que están en el mundo. Si alguno ama al mundo, el amor del Padre no está en él, porque nada de lo que hay en el mundo -- los deseos de la carne, los deseos de los ojos y la vanagloria de la vida -- proviene del Padre, sino del mundo. Y el mundo pasa, y sus deseos, pero el que hace la voluntad de Dios permanece para siempre.” (1 Juan 2:15-17) “Por lo cual, siendo libre de todos, me he hecho siervo de todos para ganar al mayor número. Me he hecho a los judíos como judío, para ganar a los judíos; a los que están sujetos a la Ley (aunque yo no esté sujeto a la Ley) como sujeto a la Ley, para ganar a los que están sujetos a la Ley; a los que están sin Ley, como si yo estuviera sin Ley (aunque yo no estoy sin ley de Dios, sino bajo la ley de Cristo), para ganar a los que están sin Ley. Me he hecho débil a los débiles, para ganar a los débiles; a todos me he hecho de todo, para que de todos modos salve a algunos.” (1 Cor. 9:19-22) Para mantener un equilibrio entre los dos mundos hemos de comportarnos como embajadores de Dios. Segunda de 2 Corintios 5:20 dice “Así que, somos embajadores en nombre de Cristo, como si Dios rogara por medio de nosotros; os rogamos en nombre de Cristo: Reconciliaos con Dios.” Un embajador mantiene un equilibrio entre las dos culturas entre las que media. Algunos aspectos interesantes de los embajadores son: primero, que representan a su gobierno y hablan en su nombre; segundo, que no hablan tan sólo por ellos mismos, sino de su gobierno, con la obligación de interpretar fielmente los deseos de su país; tercero, que hacen la voluntad de su gobierno y que actúan de puente entre los dos países; cuarto, que viven en un país extranjero
sin ser su hogar.
Se pueden ver fácilmente los equivalentes espirituales aplicables en el proceso de la
evangelización. Los embajadores de Cristo saben cómo desenvolverse en ambos mundos y
pueden comunicar el mensaje del evangelio sin ser engullidos por impiedad que les rodea.
Conclusión
Nuestro acercamiento a los no creyentes a veces es como un molde de galletas. Puede seguir un
modelo determinado en cada momento, o consistir por el contrario en repetir siempre lo
mismo. Cuando miramos el ejemplo de Jesús, vemos cómo Él compartía los misterios del
reino de Dios en un modo único y dinámico, según a quién se dirigiera. Cada persona es
distinta y, por tanto, nuestra manera de presentarle el evangelio debe ser diferente.
Evidentemente, siempre habrá unos contenidos invariables en lo que digamos que jamás
podemos comprometer, pero sí hemos de procurar ser creativos y sensibles a la hora de
compartir.
Mientras que hay varias maneras en que podemos alcanzar a nuestros amigos no creyentes de
forma efectiva, uno de los aspectos más importantes de la persona receptora del mensaje es la
amistad que con ella compartimos. Debemos tener en mente que nuestro papel es estar en
sintonía con lo que el Espíritu Santo ya está haciendo en la vida de la persona y saber dónde se
encuentra espiritualmente. Como embajadores de Dios, podemos mostrar el amor de Cristo y
ayudar a nuestros amigos no creyentes a emprender el viaje espiritual a través de la decisión de
seguir a Cristo. El corazón del evangelismo es atraer a las personas al reino mediante el amor,
mediante amistades genuinas en las que la gracia de Dios se manifieste por medio de nuestras
vidas.

Source: http://www.byhisgrace.cc/harvest/EL%20CORAZON%20DEL%20EVANGELISMO.pdf

Doi:10.1016/j.plantsci.2004.11.00

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